jueves, 31 de diciembre de 2015

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LA LEYENDA

…dice El saxofonista, que ahora viaja adelante charlando con el brujo-sacerdote del templo de Nana Borokúm. Dice que los mitos son eso que nunca ocurrió pero que siempre está ocurriendo, dice. Dice que la leyenda es otra cosa. La leyenda es un murmullo en el devenir de la historia. Es un rumor, dice. El rumor que van a dejar los  acontecimientos. La leyenda es el humo del caño de escape de un automóvil que todavía no pasó. Dice que la leyenda es algo no dicho diciéndose. Se nota que El saxofonista terminó el conservatorio. El negro lo escucha con la boca abierta mientras dejamos atrás Urdinarrain, Basavilbaso y Villaguay. El brujo acelera y la leyenda es el ruido del motor atravesando estos poblados. Y vuelve a acelerar porque los brujos también hacen milagros y así pasan Guayquiraró y Goya y Desmochado y Bella Vista.       

La noche de los pantanos nos recibe de golpe, grumosa. Una realidad fijada en el lodo, en las aguas sólidas respirando a los costados. El bizco va haciendo algo inentendible con los dedos. Como si estuviera practicando una escala o rezando. Beso la boca de La giganta contándole una versión de lo que nos está ocurriendo. 

sábado, 26 de diciembre de 2015

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VELOCIRAPTOR II


Cruzamos el puente de Zárate y vuelvo a ver al velociraptor. Corre a la par del Dodge, entre los pastizales. Está empapado como si hubiera cruzado nadando El Paraná. Es un destello verde, marrón, azulado que se mueve a los saltos, pegando zancadas, somos una presa que todavía no necesita pero que al mismo tiempo necesitará. Quisiera que el brujo acelere pero los brujos hacen brujerías, no milagros. Van charlando con El negro. El negro parece relajado y eso me tranquiliza un poco. A veces soy un fatalista. Después de todo no es más que un velociraptor, un reptil antediluviano, persiguiendo las huellas de un Dodge conducido por un brujo. De copiloto ni más ni menos que un negro cubierto con una túnica, de mierda, al que le gusta ponerse en bolas en homenaje a una deidad afroamericana. En el asiento trasero un saxofonista y un bizco. Y una giganta y yo: un linyera que no termina de saber si todo esto está pasando o simplemente delira  bajo un ceibo en la avenida de los camiones que nunca se detienen.  

jueves, 24 de diciembre de 2015

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VELOCIRAPTOR

Por la ventanilla veo al velociraptor. Nos viene siguiendo desde que salimos de la casa del brujo-sacerdote del templo de Nana Borokúm. Al principio le resté importancia, creí  que era una visión que se esfumaría ni bien dejáramos atrás González Satán. Que era  una visión pueblerina, de alcance local. Esos sueños que se tienen en determinadas camas y en ningún otro lado. Como si los sueños tuvieran que ver con la respiración de ciertas paredes, con los materiales de la construcción, con la energía de alguien que amó u odió ese lugar. El paisaje me pone melancólico. Y la cabeza de La giganta dormida en mi hombro. Le huele a sucio el pelo. A una suciedad maravillosa. Pienso que lo sucio es lindo muchas veces y que los basurales son galerías de arte de la humanidad. Pienso que La giganta está tatuada con plásticos y escombros y descomposición y moscas revoloteando y bolsas y juguetes rotos y ropa y alambres y cartas y chapas y motores y gatos invisibles y perros que escarban buscando algo en lo profundo de las montañas de basura. Un secreto, una promesa, un lugar. Le acaricio el pelo como si escarbara. La giganta se despierta cruzando el puente de Zárate.

lunes, 21 de diciembre de 2015

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CHINOS, MUEBLES Y FANTASMAS

Le muestro a El negro la última canción que escribí, esa que se llama Chinos, muebles y fantasmas:

“Te enamoraste una vez más del fantasma del pueblo, de seguirle tanto el rastro como  las llanuras a los coches, como la niebla entrando al bar en su rato luminoso.
Otra habitación que habla cuando vos la dejás sola, llena de secretos y cables enredados.
Una miniserie barata con alguna que otra maravilla, como cuando todavía era temprano  y jugábamos a ser chinos perdidos en América que teníamos que regresar a China  cuanto antes.
Pero siempre hay un Renault seis que nos salva cuando empiezan a moverse los  muebles interiores y ya no sabemos dónde está lo que antes seguro estaba ahí”.

El negro me dice que no la entiende. Se la explico: habla de La giganta, de El hígado, de instantes que son una neblina asiática entrando en la casa. Una habitación vacía con la última conversación rebotando en las paredes. Alguien que escribe AGUANTE RIVER  en la cueva de Altamira, Negro, de eso estoy hablando…

-No se te entiende nada- me dice.

- Habla de un Renault 6 que nos salva.

- Yo tuve un Renault

- Por eso.

- Pero no soy chino…

- Sos negro…


- no se te entiende nada… 

sábado, 19 de diciembre de 2015

30

FRASE DICHA POR EL NEGRO DE CAMINO A YACARÉ, CORRIENTES, A BORDO DE UN DODGE 1500


“…viste cómo es…de repente un esclavo inventa el blues”

martes, 15 de diciembre de 2015

29

PRODUCCIONES NANA BOROKÚM


Cuando con Las momias atravesábamos nuestro peor momento cayeron dos contrataciones. La hermana del brujo del templo de Nana Borokúm se casaba y él como regalo de bodas nos llevaba a nosotros. Una idea distorsionada de lo que es un obsequio. Puede que tuviera una mala onda con el futuro cuñado. Lo cierto es que dentro de unos días partiríamos en el dodge 1500 rumbo a la provincia de Corrientes, a un pueblito llamado Yacaré pegado a los Esteros del Iberá. Las Momias interprovinciales. Las momias del camino. Las estrellas desconocidas de González Satán atravesando el país. Yo solamente pensaba en el tiempo que pasaría sin ver a La giganta. El saxofonista dijo algo sobre El negro y ponerse en bolas. El negro dijo algo acerca de Nana Borokúm. El bizco dijo algo que no recuerdo. Y el brujo, jugando con una manzana (¿la misma de siempre?) acotó que los cuchillos de los correntinos eran los más eficaces del continente. El negro se puso blanco. Tan blanco como la túnica sucia esa, bien de mierda, que siempre se ponía. Viaje, alojamiento y comida, eran la paga. Pero antes, este jueves, teníamos show privado en el bar El hígado. Recordemos: todos los jueves, la brigada de González Satán, El dogo y sus secuaces, cerraban el bar y se enfiestaban a todas las chicas. Y ahora querían música en vivo.   

sábado, 12 de diciembre de 2015

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LA MONEDA DE CARTÓN


Las canciones no salían, daba la sensación de que El bizco estaba componiendo con una guitarra sin cuerdas. El negro en vez de tocar la batería le rezaba a una araña aplastada en una calle que comenzaba en la vía muerta y concluía en las montañas de basura. El saxofonista intentaba hacer música frotando dos piedras. Y yo, bueno, servía las bebidas mientras soñaba a una giganta que pesadilleaba conmigo. Me estaba transformando en un linyera. Tenía el living -la sombrita de un Ceibo- en la avenida de los camiones que nunca se detienen. Esa avenida con dos direcciones, una que te salva y la otra que te condena. Pero a mí me condenaban las dos. Me quedaba un solo billete. De un lado era de 100 pesos y del otro la entrada de un circo. Cada día lo sacaba del bolsillo y lo miraba buscando nuevas posibilidades. En vano, siempre esos 100 pesos invalidados por un circo. Y acá estoy: una moneda de cartón arrojada al aire, girando y girando. Una cubetera en un refrigerador desenchufado. Pero pronto algo iba a mejorar. Quiero decir: también se mejora para peor.

jueves, 10 de diciembre de 2015

27

HOMBRE A CABALLO


Vemos pasar al tren de carga. Contamos los vagones como cuando éramos niños. La giganta está desnuda y con las piernas arriba del tablero del auto y fumando un cigarrillo. Pasa un hombre a caballo. Supongo que viene de otra dimensión y está rumbo a la siguiente. De pasada mira a La giganta. La giganta me dice que está enamorada del hombre a caballo. Que un buen día compartirá su montura y se escapará de este mundo rabioso. Comprendí que yo había sido testigo de una visión que no era mía. Habíamos compartido los ojos. Un sueño de La giganta que galopaba por González Satán, al fondo. Pensé que La giganta bien podría ser un sueño mío. Pero mis sueños están editados como si fueran pesadillas. Entonces La giganta me cuenta que El dogo ni siquiera se la coge. Que la desnuda y le recorre el cuerpo con la Thunder. Le mira los tatuajes. Le mete el caño de la Thunder en la boca. Le mete el caño de la Thunder 9 por  el culo. Lo mueve. Adentro y afuera. Abre la ventana y apunta eyaculando un disparo sobre la cara de la noche.  

jueves, 3 de diciembre de 2015

26

FALSO ÚLTIMO CAPÍTULO

Mi historia con la araña ya la saben. Eso mismo les conté a El negro y al brujo. La manzana verde se iba regenerando al mismo tiempo que el brujo la devoraba. Es mágica, me dijo El negro al oído. No, manzana- le contesté. Les conté todo lo que fui pensando mientras seguía a la negra culona. El brujo escuchaba atentamente. Les dije que me llevó hasta la plazoleta Solveig Amundsen, que vi a El dogo orinar el monumento al cuco, que me acerqué y leí un nuevo nombre. Que los gatos fueron apareciendo como luciérnagas. Que la negra culona no estaba por ninguna parte. El brujo sonriendo sacó una araña del bolsillo. Era la negra culona. Estoy seguro. Si hay algo que nunca olvido es a una negra culona. Nos miramos, la negra culona y yo. Supe que sabía más de mí que yo mismo. Traté de sacarle información. Le ofrecí un cigarrillo. La invité a cenar. Le dije que yo también comía moscas los días de lluvia. Le pregunté si todo había sido real. La negra culona con la voz del brujo me dijo que sí. El negro me preguntó cuál era el nombre nuevo escrito en el monumento al cuco.

- El mío- le contesté.