viernes, 29 de abril de 2016

60

GUERRA III

Y como el puente ya es nuestro lo cruzamos. Pasamos sobre el cuerpo del boxeador obeso que se empieza a enfriar mientras la vida se le escurre, incontenible, emigrando, cambiando de forma, dejando nada más que un cuerpo que se empieza a enfriar a la vera de un puente conquistado. Los boxeadores obesos, las rubias y los puentes siempre están en guerra. Conquistados y conquistadores. Pero son las rubias las que no envejecen nunca y este puente ahora mismo es cruzado por una forma sin forma ni peso, algo sin nombre que ahora mismo cruza el puente regresando al lugar al que regresaremos todos el día que conquisten nuestro puente, ese que nos unía con las cosas.
Y como el puente ya es nuestro lo cruzamos. Pisamos el barro, cruzamos una hilera de álamos y llegamos a una isla de basura. Basura y agua, como un pantano de los desperdicios. El sol manchado en el cielo. La tarde arqueándose en el horizonte. El Negro lleva a su araña inmensa en brazos para que no se moje, como si de un caniche se tratara. La araña duerme como si fuera un bebé. Presentimos el peligro.
Cuidado, nos dice desde algún lado el brujo sacerdote del templo de Nana Borokúm.

El chico de las moscas va adelante. Parece conocer el terreno. Parece conocer aquello que desconocemos. 

sábado, 23 de abril de 2016

59

GEOGRAFÍA

Por el velorio de La Carlita desfilan todos. Como en un cuento de hadas perverso. Todos los cuentos de hadas son perversos, me dice la petisita tuerta. Y me guiña su único ojo. El saxofonista afila su violín con notas tristes. El olor a flores que se pudren segundo a segundo es insoportable y el café está hecho de alfileres. El cajón, cerrado porque hay fotos que no es necesario ver. La Giganta me saca del lugar y damos una vuelta a la manzana, me dice que le gustaría vomitar sobre el mundo. Ir hasta la luna y vomitar al mundo desde ahí. Un caballo cruza la calle. La calle cruza la noche. La noche nos cruza a todos. Como si nosotros fuéramos pura geografía. Somos geografía, me dice La Giganta y yo la amo. Somos pura geografía inconquistable, me dice, y la pongo contra la pared y la beso. Y le cuento una versión de lo que nos está ocurriendo: esa que dice que por el velorio de La Carlita desfilaron todos, como en una historia de fantasmas. Todas las historias son de fantasmas, me dice la petisita tuerta, pegando saltitos.

El Negro está sentado rezándole a Nana Borokúm. Nana Borokúm lava la ropa en el río que se lleva las almas.    

lunes, 18 de abril de 2016

57

MARINERO IV


Esa mañana el marinero tiene dos certezas. La primera es que González Batán es la ciudad más triste del mundo, y la segunda es que está profundamente enamorado de la chica con la que estuvo en la casucha. Y estas dos certezas lo van conduciendo a una tercera, que también podría ser una incertidumbre: el amor es una niebla triste. Llovizna, porque siempre llovizna cuando el marinero se siente así. Rodeado de basura sabe que no tiene nada que perder, pero eso sí: puede perderlo todo. Tiene que encontrar a la chica. Cueste lo que cueste. Jamás tuvo un impulso tan feroz. En un espejo sucio y partido vislumbra al minotauro. Se desconoce y comienza a reconocerse. Este fue un puerto equivocado, piensa justo un segundo antes de que el minotauro empiece a pensar por él. Llueve y donde antes había un marinero melancólico ahora hay otra cosa. Llueve sobre los desperdicios del mundo y la basura florece como si la naturaleza tomara una nueva forma para sobrevivir.  

jueves, 14 de abril de 2016

56

MARINERO III


Después de vagar sin rumbo como un fantasma reciente, el marinero pasa la noche en un basural junto a unos chicos que jalan pegamento. El marinero también jala. Son tres chicos y dos chicas. Mendigos, piensa el marinero, pulgas caídas de la perra que los parió. Los chicos se divierten con las erres y las shs y las k latosas que pueden significar cosas en otro lugar pero que acá dan lo mismo que un gruñido. Uno de los chicos está rodeado de moscas. Y las moscas tienen caras y el marinero se da cuenta de lo drogado que está. Camina un poco, se aleja unos pasos, sube a un mueble quemado y entiende que el basural es inmenso, que fácilmente podría perderse. Imagina o ve al minotauro comer restos de algo y desaparecer. Vuelve a la ranchada. Los chicos están tapados, se mueven y se ríen y gimen. Las moscas los sobrevuelan como moscas que sobrevuelan a chicos que están tapados, se mueven y se ríen y gimen. El marinero ve en las moscas caras de gente que no conoce. Se duerme y sueña con que una de las chicas le baja la bragueta y se la chupa. La chica escupe el semen en una taza rota y se la da al chico de las moscas. Éste revuelve con un palito mientras dice unas palabras con los ojos cerrados. Un hechizo, una brujería, deduce el marinero. Cuando se despierta está solo. Tiene el pene afuera de la bragueta y una mordida de dientes chiquitos en el glande. Ya es de día y parece que va a llover.    

sábado, 2 de abril de 2016

55

MARINERO II

El marinero sigue caminando sin rumbo. Todos los puertos se parecen, piensa. Pero no hay ciudad igual a otra. Vomita y se limpia con la manga. Recuerda el cuerpo de la chica. Vuelven a su mente los ruidos de la noche junto a ella. La cama maltrecha, ladridos. El loro cantando una canción bastante triste. La chica hablándole al oído. Como si lo amenazara. La risa de la chica, infantil. Lasciva. Un auto que se acerca. Que estaciona. Las puertas del auto se abren y cierran. Voces masculinas. Una música horrible. La risa del loro.
Las tetas sin peso de la chica ensalivadas, cubiertas con un manojo de k latosas. En la lengua, como si llevara un piercing, unas erres colgando. Unas shs en las partes del cuerpo que la chica se lava ni bien el marinero duerme.

Lo dicho: el amanecer y un loro degollado. Una patria que lo desconoce. Ningún lugar para volver. Un loro degollado. Una patria. Un loro. Vuelve a vomitar.